miércoles, 12 de octubre de 2016

"PRINT THE LEGEND": THE MAN WHO SHOT LIBERTY VALANCE (1962)








1962 fue un año relativamente tranquilo para los americanos; especialmente si lo comparamos con lo que vendría más adelante. El estado de ánimo del país no fue alterado (y cómo) hasta la crisis de los Misiles Cubanos, la cual fue resuelta diplomáticamente por Kennedy y Jruschov tras el Sábado Negro. Sin embargo, dicha crisis metió el miedo en el cuerpo a la gente, que, por primera vez, vio cómo Rusia les trataba de tú a tú. Mientras tanto, en la soleada California, los Beach Boys lanzaban "Surfin' Safari". Los Beatles cerraban filas incorporando a Ringo y unos chavales amantes del blues formaban en Londres un grupo llamado Rolling Stones. Marilyn aparecía muerta en su cama sin que se nos haya dicho aún por qué; y algo empezaba a pasar con el western. En 1962, se estrenan "Lonely Are The Brave" ("Los Valientes Andan Solos"), "Ride The High Country" ("Duelo en la Alta Sierra") y, -redoble, por favor-, "The Man Who Shot Liberty Valance" ("El Hombre que Mató a Liberty Valance"), dirigida por John Ford, de la que muy bien se puede decir que da comienzo esto del Western Crepuscular.
El año anterior John Ford había estrenado "Two Rode Together" ("Dos Cabalgan Juntos"), donde se podía empezar a vislumbrar el tono cuasi revolucionario y atípico que se iba a producir en el caduco género del western. Es un film en el que predomina un amargo sentido del humor, y que denota innegablemente cierto cansancio. Parece una especie de comedia hecha a mala ostia. Pero en su amargura prepara el camino para la rotunda obra maestra que es "Liberty Valance", un western desencantado y aparentemente sencillo, pero profundamente vanguardista. Y tajantemente desmitificador. Es posiblemente el último western clásico y también el primero contemporáneo. En su engañosa simplicidad nos encontramos una idea que a partir de entonces calará hondo en el género y en las conciencia yankees de los sesenta: la Historia Americana se sostiene una gran mentira.

En este caso el engaño es la exitosa carrera política de Ramson Stoddard (un James Stewart ultra-crepuscular) basada en el heroísmo que se le atribuye por haber matado a Liberty Balance (Lee Marvin maliciosamente sobreactuado). El título original deja mucho más abierta la idea de ese embuste, "El Hombre queDisparó a Liberty Valance"; porque, como veremos, en realidad, todo el mérito es de Tom Doniphon (John Wayne bordando el papel de -ejem- John Wayne). Ya que mentamos a los protagonistas sería justo destacar también el imponente trabajo de los secundarios, empezando por una soberbia Vera Miles; Edmond O’Brien como el periodista borrachín, cínico pero idealista, que ensalza la libertad de prensa; y, cómo no, los dos compinches de Liberty Valance, Lee Van Cleef lanzando miradas psicopáticas por doquier y Strother Martin, acobardándose y envalentonándose al mismo tiempo e irritando al personal con esa voz propia de una comadreja, ¡vaya par!

"El Hombre que Mató a Liberty Valance" es una balada nostálgica sobre el fin de una época. Una época en la que los nuevos elementos (el tren, la ley, libertad de prensa; el progreso en general) arrinconan a los antiguos (la pistola). Stoddard representa ese progreso. Idealista y bisoño, ensalza la fuerza de la Ley y la Civilización; sin embargo, lo primero que recibe a cambio es una brutal paliza a manos de Valance, el cual representa la ley de la selva, el revólver, o, mucho más simbólico, el látigo. También personifica esa época moribunda Tom Doniphon, aunque desde un punto de vista más humano: un tipo solemne y fiel a los suyos, que se sacrifica a sabiendas de no tener lugar en ese nuevo orden; un personaje que es un anacronismo andante y que recurre a la acción y no a la palabra, consciente de que ha llegado la hora de echarse a un lado, de que su época agoniza.

La paradoja de la historia está en que para que esa nueva sociedad se instale, alguien (Doniphon, ¿quién si no?) tendrá que apretar el gatillo.

No es casualidad que al inicio de la película Stoddard llegue en diligencia y al final se marche en tren. Ese es el signo de los tiempos: la máquina reemplaza al animal. Toda la trama se sostiene sobre un larguísimo flash-back que se inicia en el funeral de Doniphon. El estilo de la película es deliberadamente artificial: tanto la fotografía (obra de W.H. Clothier) como los decorados revelan una sensación ensoñadora, nada realista. A su vez, abundan los interiores y las escenas nocturnas. Está casi íntegramente rodada en estudio, subvirtiendo radicalmente la tradición de los cielos abiertos y la naturaleza que hizo famoso a Ford. Muy al contrario, "El Hombre que Mató a Liberty Valance" está repleta de planos densos y estilizados, y utiliza un blanco y negro muy contrastado para hablarnos de un tema extraordinariamente complejo, esencialmente político y, como dijimos, desmitificador.

De hecho, la película no deja de ser un debate sobre las armas. ¿Podría ser más actual? Hay un punto en la historia de los Estados Unidos en el que la ley de las armas dio paso a la Ley con mayúsculas. Es, precisamente, en ese punto donde se articula la trama de "El Hombre que Mató a Liberty Valance", en esa bisagra entre dos épocas, dos formas de vivir el Oeste: una moribunda, y la otra exultante y en sus albores. La mirada de Ford es nostálgica, pero crítica, queda claro que se identifica, no con el político, sino con el heroico y tenaz hombre que mató (ahora, sí) a Liberty Valance.

                            


Sería imposible elegir un solo highlight dentro de esta contundente obra maestra; así que mencionaré rápidamente tres. El primero es una imagen, simple en su forma pero enormemente evocadora: el cactus sobre el ataúd con el que se cierra la película (pelos como escarpias, amigos...); otra sería la mitiquísima escena del periodista afirmando que cuando la historia se transforma en leyenda, hay que imprimir la leyenda (
“when the legend becomes fact, print the legend”;
analizad esta frase, es definitiva...); sin embargo, si hay una escena que resume el conflicto central es aquella en la que Valance zancadillea a Stoddard arrojándole al suelo de la cantina y Doniphon toma partido (por primera vez y de forma definitiva) espetándole aquello de “that’s my steak, Valance”. No es casualidad que eligiésemos precisamente esta línea para titular este blog.
 
No, Valance.. You, pick it up!


J.S.

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