jueves, 5 de enero de 2017

YOU BROUGHT TWO TOO MANY: ONCE UPON A A TIME IN THE WEST (1968)



La entrada de hoy la dedicamos, nada más y nada menos, que “Hasta que Llegó Su Hora”, de Sergio Leone, uno de esos directores que, para bien o para mal, no ha dejado nunca indiferente al público y a la crítica, director excesivo y grandilocuente y autor de la famosísima trilogía del dólar (“Por un Puñado de Dólares”, “La Muerte Tenía un Precio” y “El Bueno, el Feo y el Malo”) que tantos fervientes admiradores y combativos detractores ha ido generando con el paso del tiempo. Trilogía cuya culminación estética y temática es este impresionante western de resonancias míticas cuyo título original sería “Erase una vez en el Oeste”, por cierto mucho mejor y más revelador que este “Hasta que llegó su Hora” por el que la conocemos en España.

Con “Hasta que Llegó Su Hora” llegamos en este particularísimo recorrido nuestro por el western crepuscular o el western de los años 60 y 70 a la emblemática fecha de 1968.

¿Qué se puede decir del famoso año 68 que no se haya dicho ya? Demasiada tela que cortar para este humilde blog... Tan solo recordar que es la fecha clave de los movimientos estudiantiles y anti totalitarios en todo el planeta. El año de las revueltas del Mayo Francés, de la primavera de Praga, del asesinato de Robert Kennedy y el de Luther King en Estados Unidos con la oleada de disturbios raciales que sacudieron el país a continuación y, sobre todo, de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas de Ciudad de México poco antes de la celebración de los Juegos Olímpicos en la que la imagen de los dos corredores afroamericanos del equipo USA, Tobbie Smith y John Carlos, levantando el puño en el podio en nombre del Black Power y los derechos civiles dio la vuelta al mundo, trayéndoles nefastas consecuencias personales y profesionales por cierto… Uno de los gestos políticos más poderosos vistos jamás en el mundo del deporte.

Sin embargo, es un año en el que nosotros nos vemos obligados a embarcarnos en un viaje transoceánico hasta un pequeño pueblo del desierto de Almería llamado Tabernas donde el señor Leone se halla afanado en sacar adelante su western definitivo, esa epopeya sobre el Oeste y la llegada de la civilización de influencia operística, sublime y desmedida a partes iguales, que es “Hasta que llegó su Hora”
Se trata de un western crepuscular muy sui generis, y lo es por la historia que cuenta a lo largo de sus casi tres horas de duración; básicamente una historia de venganza que discurre paralela a la llegada del progreso y el orden a ese universo salvaje y primitivo del Oeste americano. Un tema característico del western revisionista de la década, cierto. Sin embargo, es una película muy diferente de las que hemos hablado con anterioridad de los directores americanos del Nuevo Hollywood. Culminación de un estilo que se llamó “Spaguetti Western” y que se fue gestando en las películas que antes hemos mencionado de la “Trilogía del Dólar”. ¿Y qué es el Spaguetti western? Para empezar, películas del oeste hechas fuera de América, italianas casi en su totalidad, caracterizadas por una estilización máxima de la violencia (¿he oído Tarantino?), un realismo sucio y picaresco, unos personajes arquetípicos con una personalidad súper-esquemática (léase, “el bueno”, “el feo” y “el malo”), un uso grandilocuente y melodramático de la música (la cual suele, como es el caso, servir para presentar a los personajes) y, en definitiva, todo tipo de subrayados efectistas en cuanto a acción y personajes y, especialmente, como decimos en el tratamiento de la violencia. Manierismo en estado puro en la mejor tradición artística italiana. En resumen, un lenguaje particularísimo, especie de cóctel donde confluyen la influencia lírica y trágica de la gran ópera italiana, el cine japonés de samuráis (del que tan fan era Leone y caracterizado por dilatar el tiempo escénico al máximo) y los comics del oeste de serie B europeos (esos abruptos cambios desde el gran angular al primerísimo plano) que proliferaron en los 50 en España e Italia y que, a buen seguro, fueron dibujando en la cabeza del adolescente Leone como en la de muchos chavales de su generación esa visión mitómana sobre el mundo del Oeste americano que es, básicamente, la que está detrás de todos los spaguetti westerns (malísimos la mayoría de ellos, todo hay que decirlo) y, sin duda, del mejor de ellos: “Hasta que Llegó su Hora”.


Curioso pues, porque no es una película desmitificadora como lo son las americanas, sino todo lo contrario. Y sin embargo es clave a la hora de entender la evolución del western moderno. Es una película ultra ambiciosa ya dentro de la filmografía de Leone (cuya obra maestra absoluta según mi modesta opinión no llegaría hasta el año 84 con esa otra historia de América, ambientada no en el Oeste sino en el Nueva York de las metralletas y los garitos clandestinos de los años 20 llamada “Erase una vez en América”). Leone era una persona fuertemente politizada, muy de izquierdas. Algo de esa visión crítica puede percibirse en la historia aunque no de una forma dominante. Aunque el tema es el nacimiento de América, y como decimos que Leone fuera una persona de grandes convicciones políticas, no reivindica nada, su aproximación es absolutamente emocional, se nota mucho que no está hecha por un americano sino por alguien con una visión mitificada de aquel universo. Ambiciosa como decíamos, hay que tener en cuenta que el éxito de la “Trilogía del Dólar” es apabullante y que eso le permite a Leone ponerse con tiempo y cuidado a rodar esta gran historia épica repleta de personajes no por esquemáticos o, llamémosles mejor, simbólicos, menos memorables.
Creo que es obligado empezar hablando por Henry Fonda, el bueno de Henry Fonda, el eterno baluarte de los valores americanos, el joven Lincoln, que lo primero que hace nada más aparecer en la película es cargarse a un niño… Punto desmitificador ese sí, la verdad. El resultado es, sencillamente, uno de los villanos más inolvidables de la historia del cine. Encarnación del mal absoluto, del diablo o si nos ponemos un poquito más en la onda crepuscular, del ese Oeste repleto de pistoleros a sueldo a puntito de desaparecer. El malo, vamos.
¿Quién sería el bueno pues? Un actorazo llamado Jason Robards, interpretando aquí una especie de anticipo de su famoso Cable Hogue que interpretaría unos años más tarde para Peckinpah. Un noble buhonero (otro personaje mítico y ancestral del universo del western) entregado a la idea de levantar un sueño, un oasis en el desierto, más concretamente, una estación de paso para la llegada del ferrocarril, enamorado y constructor de un futuro que no alcanzará a tocar con sus propias manos y que morirá arrastrándose literalmente por la tierra sin poder vislumbrar la llegada de ese progreso en forma de locomotora que ha ayudado a construir.
¿Quién es el futuro entonces? Nada más y menos que la impresionante y escultural Claudia Cardinale, encarnación de la vida y el progreso, prostituta reconvertida en madre de todos los sedientos en ese fabuloso final de la película.
Sin embargo, nos queda uno. ¿Quién demonios es entonces el personaje de Charles Bronson? Esa especie de lobo solitario encomendado a cumplir su venganza. ¿Es un personaje real? No le interesa el progreso, ni el ferrocarril, ni siquiera Claudia Cardinale (¿estás tonto, Charles?). Individualista acérrimo, es en realidad de nuevo, el personaje del Hombre sin Nombre al que dio fama Clint Eastwood en la Trilogía del Dólar. Súper-ambiguo. Misterio andante, mitad ángel benefactor, mitad ángel exterminador. Igual que aparece entre una nube de polvo desaparece a través de ella. Figura casi mitológica, ¿encarnación tal vez del propio espíritu salvaje del Oeste que siempre seguirá apareciendo? Bueno, dejémoslo en que es Charles Bronson, un tío tan extraño como su propio personaje al parecer según los recuerdos de rodaje de la película, con eso debería estar todo dicho…



Hay mucho donde elegir entre aquello con lo que me quedaría de la película. Yo creo que lo mejor es la música sin duda. Hay momentos en que la sincronía entre imagen y música es magistral, como la llegada del personaje de la Cardinale al pueblo que escuchábamos hace un segundo. Ennio Morricone es, sin duda, lo que Bernard Herrman a Hitchcock, o John Williams a Spielberg. No se concibe el uno sin el otro. Curioso además, todo sea dicho de paso, creo que lo peor es el guión. De hecho, es que no creo que le interesara demasiado a Leone los diálogos ni la acción verbal. La película es música e imagen. Como la ópera exactamente. La ópera tiene libretos endebles. Y luego está lleno de silencios (a fin de cuentas el silencio es una nota musical). Influencia absoluta del cine japonés como decíamos antes. Más aún, al parecer, la propia música sonaba cuando se grababan las escenas. Es de imaginar la cara de los técnicos cuando sucedía esto…
¿Una escena? Difícil, especialmente, porque en concreto en “Hasta que llegó su Hora” se nota cómo Leone concibe precisamente cada escena como una historia en sí misma, con un principio y un final, como ejercicios de estilo casi autónomos e independientes. A mí, en este sentido, la que más me gusta es el la del prólogo. El duelo en la estación de tren (con los grandes Woody Strode y Jack Elam por cierto). Un ejercicio de dilatación del tiempo increíble y, a la vez, una condensación absoluta de ese lenguaje tan particular que Leone aplicó al Western. Creo que son casi diez minutos sin una palabra hasta que Bronson dice aquello de “You brought two too many…”.



Bueno, sin embargo, la escena del duelo final es, como no podía ser de otra manera, épica. Con ese “Who are you?” que le pregunta Fonda a Charles Bronson tres veces antes de morir, y que está montado de forma fabulosa en paralelo no solo con el flashback en el que vemos la muerte del padre/hermano de Bronson cuando era un niño sino (ole tus huevos, Sergio!) con el desenlace de la historia de amor y la llegada del ferrocarril. Un final a la altura técnicamente del mejor final de los padrinos de Coppola…
En fin, podríamos seguir hablando horas de “Hasta que Llegó su Hora” pero no tenemos tiempo. Ya sabéis: los que ya la habéis visto tres veces, intentad llegar a diez, a ser posible en dolby surround y una pantalla bien grande, y los que no la habéis visto, en fin... 

A.R.



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